Y abres tus ojos y los cierras, y parpadeas y solamente cuando no están abiertos ni cerrados, tus pies tocan el suelo y sientes con resignación el hedor de la verdad, descubres que debes dejar de imaginar y dibujar ajenas realidades que solo son tuyas y a través de tanta niebla, el espejo; el espejo que tanto odias y el espejo que te mira mirándote y todo se vuelve tuyo, la verdad tiembla contigo, tiembla en ti y eres tu, tu contigo disipando tantos ajenos tigos que tenían que ser tuyos pero que siempre lo fueron, quieres llorar pero no tienes suficiente valor, no tienes ni siquiera el valor de la cobardía que frente a ti mismo deja de serlo y esa lágrima desaparece y se guarda en el cementerio del tiempo y del corazón, que la guarda en una ostra azul que se atora en tu garganta y te muestra que eres tu, solo frente a un espejo sintiéndote absurda y ridículamente acompañado; mirando en el reflejo de los ojos de tu gemelo que te mira y en cada espejismo de tu retrato y cada espejismo del anterior, adentrándote en cuadros cada vez mas pequeños donde solo estas tu cada vez más infante y te sientes tonto sin siquiera saber serlo, y quieres dejas de tutearte solo contigo frente a tu espejo, y sigues haciéndolo sin querer pensar en tus ajenos-tuyos pensamientos pegados en cada rincón de tu aposento y escritos con tinta de limón, con ansias de tirar la candela y acostarte a dormir porque mañana será otro día contigo, efectivamente sueltas tu lápiz, miras tu reflejo, te despides con un guiño y duermes en tu cama que se vuelve doble por espejismos del reflejo que hacen que dos que son uno, duerman juntos. Tranquilo, mañana será otro día, otro día que rebotará antes de comenzar el siguiente y un día después, ante el espejo del tiempo de los días, seguirá reflejando la vida que sin saber porqué, te arrullan con tu compañero, compañero que por el grosor del espejo no puedes tocar, compañero al otro lado, tu.
Juan Pablo Ramírez Tobón