Llega un punto especial, un punto diferente en una línea que se va volviendo insoportablemente recta, y empiezas a sentir con fuerza, no sabes donde por cuestiones del pobre lenguaje, la necesidad de ser mas claro, de no llenar mas el lago de piedras y el agua de olas, y de repente quieres dejar de vivir en tercera persona y desempañar el espejo al que ridículamente le sonríes, mierda no das mas, sientes la tensión de la inexistente cuerda justo entre tu boca y tu estomago, no te sientes tranquilo, no logras saciar tu sed, tu sed de sed, tu mountrosa necesidad de canalizar eso que sientes y que no tiene nombre, no, no lo hagas, no mas tercera persona, se tu mirando hacia el frente, es siempre eso que sientes lo que debes sentir; si, llora, derrama esas gotas saladas que se deslizan por tu cuerpo cargadas de angustias y dudas y de alegría, no exhausto, alimenta tu llanto con mas mentiras, si, sigue escribiéndote, sigue haciendo lo que siempre has hecho y sigue llorando sin siquiera darte cuenta, no seas ridículo, quiebra ese espejo, sigue buscando sentido en las palabras y no en los hechos, sigue escribiendo, sigue, créelo, sácalo, pero cuando te sientas vencido por el pequeño monstro azul y se te acabe el aire, has algo, solo hazlo y ve como se siente; eso, bautízalo como a tu hijo y se parte de el, se parte de tu estúpida y bohemia cruz tatuada en tu espalda, se ella, siéntate en el suelo y con una bandera blanca en la mano, no hagas nada.
No tienes que entender porque ese punto realmente no era tan especial, solo vuelve y juega.
Juan Pablo Ramirez Tobon.
19 de enero de 2010
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