¿Y si en realidad no impoartaba?¿y si finalmente todo era una farsa y entonces después de tanto creer, después de tanto sentir, tanto dudar y después de tanto escribir, todo en un solo instante colapsaba, y la magnifica construcción de tiempos y años de vida la desplomaría un solo rayo con la debil pero contundente carga del mundo?¿ y si todo en la realidad de su mentira simplemente no era y se enfrentaría con el blanco y con el negro infinito de la nada? Sin responder, aquel hombre una noche lo pensó con terror, se preguntó por qué de noche y no le importo responder, miró al cielo y tomó un sorbo de café, decidió no pensar más y siguió pensando en la luna que lo miraba a los ojos y lo invitaba a no hacer nada más, pero él sin querer respiraba, se sintió vivo y se asustó.Pensó en poner los pies donde alguna vez fijó la mirada y quiso pisar la luna , ¡mierda! estaba vivo, y muerto no tenía certezas de quedar más cerca o mas infititamente lejos de su luna, pensó no tener certezas y se aterró; tomó café, miró la luna, no escuchó nada, el negro, la noche, la estrella, sus pies, el miedo, el silencio; respiró.
Repentinamente no estaba pensando, el blanco y el negro se disiparon pero el terror sobrevivió, piso fuertemente y estremeció cada rincón; entonces añoró el infinito y el negro y el blanco y la nada; un fuerte e inesperado aterrizaje lo invadió, de nuevo la sensación de estar vivo; cada vez más enterrado en el polvo invisible de si mismo.
Su café ya estaba frío y su alma seca, helada, tiritante, el corazón latía y no sentía, los parpados firmes, y la luna; la luna era la luna; que lo miraba con ojos de gato y ahora, él no le entendía.
Y el nudo que atoraba su garganta apretaba delicadamente, lo ahorcaba y prendía fuego a la luna y a las estrellas; y a él, a él le gustaba tanto que quiso llorar y ya estaba llorando; la luz al fondo del túnel dentro de sí mismo dejó de titilar, no quiso remar más y pensó en nadar para no cargar con nada, sintió mucho frío y quiso fuego que quemara su alma, encontró leña pero no hubo con qué incendiarla; la luna no lo calentaba y las estrellas se reían de él.
Volvió a pensar en la luna y le gustó más como gato que como luna, se sintió mal por la luna como luna y decidió que le gustaría más como gato luna que como luna luna, entonces un estúpido equilibrio se desharía de un remordimiento estúpido; pensó en la momentánea estupidez de la conciencia y en el remordimiento como estupidez con filo.
Pensó en no pensar más, o en pensar no pensar nada y engañar sus pensamientos, o pensar engañarlos por la causa esa del remordimiento; sintió el intenso olor a naftalina y recordó la vida, esa que pasó y esa que se quedó en la incertidumbre, de esa que quedan solamente bocetos y fachadas de lo que pudo ser, y que con los pies en la tierra y no en la luna; jamás, pensó con desapego esa palabra; jamás podremos ver más allá del pasado de la negación sumergida en la nostalgia, que martilla todas las noches en el piso de arriba de mi habitación, y que para sacarla de su pecho, de su garganta y no escuchar, miró hacia adelante, hacia lo que aún no llegaba, hacia la incertidumbre que no lo asustaba o que menos lo hacía; pero sintió terror de encontrar al frente una página en blanco y pensó en dejar de escribir, así no pensaría y no sentiría, tal vez se desharía del maldito ciclo pienso-siento-pienso-pienso-siento-sigo, entonces así nunca vería la página siguiente, así se postraría de nuevo en la incertidumbre sombría, la incertidumbre fantasma que todas las noches tocaría su puerta y revolcaría sus pesadillas, pero nunca, o mejor y para seguir repitiendo palabras, jamás le diría una sola palabra. Este hombre, como siempre, decidió hacer lo que mejor sabe hacer, no hizo absolutamente nada; después descubrió que no fue una decisión, simplemente lo hizo, la acción de no hacer, y vivió tras los barrotes del eco de la risa del fantasma que como las estrellas, mudas, se ríen de él.
Juan Pablo Ramírez Tobón
Repentinamente no estaba pensando, el blanco y el negro se disiparon pero el terror sobrevivió, piso fuertemente y estremeció cada rincón; entonces añoró el infinito y el negro y el blanco y la nada; un fuerte e inesperado aterrizaje lo invadió, de nuevo la sensación de estar vivo; cada vez más enterrado en el polvo invisible de si mismo.
Su café ya estaba frío y su alma seca, helada, tiritante, el corazón latía y no sentía, los parpados firmes, y la luna; la luna era la luna; que lo miraba con ojos de gato y ahora, él no le entendía.
Y el nudo que atoraba su garganta apretaba delicadamente, lo ahorcaba y prendía fuego a la luna y a las estrellas; y a él, a él le gustaba tanto que quiso llorar y ya estaba llorando; la luz al fondo del túnel dentro de sí mismo dejó de titilar, no quiso remar más y pensó en nadar para no cargar con nada, sintió mucho frío y quiso fuego que quemara su alma, encontró leña pero no hubo con qué incendiarla; la luna no lo calentaba y las estrellas se reían de él.
Volvió a pensar en la luna y le gustó más como gato que como luna, se sintió mal por la luna como luna y decidió que le gustaría más como gato luna que como luna luna, entonces un estúpido equilibrio se desharía de un remordimiento estúpido; pensó en la momentánea estupidez de la conciencia y en el remordimiento como estupidez con filo.
Pensó en no pensar más, o en pensar no pensar nada y engañar sus pensamientos, o pensar engañarlos por la causa esa del remordimiento; sintió el intenso olor a naftalina y recordó la vida, esa que pasó y esa que se quedó en la incertidumbre, de esa que quedan solamente bocetos y fachadas de lo que pudo ser, y que con los pies en la tierra y no en la luna; jamás, pensó con desapego esa palabra; jamás podremos ver más allá del pasado de la negación sumergida en la nostalgia, que martilla todas las noches en el piso de arriba de mi habitación, y que para sacarla de su pecho, de su garganta y no escuchar, miró hacia adelante, hacia lo que aún no llegaba, hacia la incertidumbre que no lo asustaba o que menos lo hacía; pero sintió terror de encontrar al frente una página en blanco y pensó en dejar de escribir, así no pensaría y no sentiría, tal vez se desharía del maldito ciclo pienso-siento-pienso-pienso-siento-sigo, entonces así nunca vería la página siguiente, así se postraría de nuevo en la incertidumbre sombría, la incertidumbre fantasma que todas las noches tocaría su puerta y revolcaría sus pesadillas, pero nunca, o mejor y para seguir repitiendo palabras, jamás le diría una sola palabra. Este hombre, como siempre, decidió hacer lo que mejor sabe hacer, no hizo absolutamente nada; después descubrió que no fue una decisión, simplemente lo hizo, la acción de no hacer, y vivió tras los barrotes del eco de la risa del fantasma que como las estrellas, mudas, se ríen de él.
Juan Pablo Ramírez Tobón