19 de febrero de 2010

Eso que sientes.

Algo así como que me incomoda y me fastidia la injustificada necesidad de justificación de una simple sonrisa y la falta de simpleza de este mundo, me aterroriza la absurda complejidad de la vida y la evolucionada capacidad destructora del hombre, me altera la cada vez menos metafórica realidad caníbal del ser humano, me enfurece la ingratuidad de una mano extendida y un hombro leal y me aterroriza la aparente inmortalidad del egoísmo destructor, me aterra hacer parte de ese conjunto de humanidad tan mayúsculo que no hace nada y que en vano mucho piensa y siente, me causa vértigo la enorme brecha entre la teoría y la practica y me enfurece la voluntaria incapacidad de estrecharla y la consciente vulnerabilidad del deseo y de la intención que en este mundo, por tu culpa (mía) parece inconsciente. Algo así como que sin haberla tenido, extraño la decisión eficaz y efectiva del acto y anhelo hacer eso que lentamente tatúas en tu pecho. Algo así como ese sentimiento de satisfacción cuando hoy, mientras camino en la noche, por fin siento que dicto a mis pensamientos las palabras adecuadas para serte sincero a mi mismo, de la mejor manera me siento mejor, dejo de ser consciente de mis pasos y sigo siendo asertivo en el fugaz interior dictado de verdades que sin orden se acumulan dentro de ti. Algo así como que detestas la infinidad de subjetividades que aniquilan la mundana inexistente objetividad y consigo esa certeza que buscas, que bautizas verdad y que necesitas como cuota inicial y como convicción para creer en ese nublado y perfecto destino final. Algo así como esto que estas sintiendo, siento yo todas las noches.

3 de febrero de 2010

TITERE

Aquel hombre como una hoja que ya no pertenece al árbol, esta hoja como un hombre suspendido en el vaivén del viento, estos bolsillos llenos de aire y la maldita nula compañía de la fría helada soledad, los espejismos del temascal ardiente de la fantasía, la incomodidad de las apretadas cuerdas en sus extremidades y el cansancio por la indelicadeza de la maga. La inadvertida impotencia y la fugaz sensación de esclavitud que perturba tu estúpida e ineficaz razón. El control remoto y otra vez las malditas cuerdas que solo vez en tu pasado y en el egoísmo controlador de ella, de la maga en persona, del monstro carroñero; del hasta ahora y para siempre invencible enemigo que odias, el titiritero que te mira con maldad y que nunca exhausto, se encarga de que eso que llamas mundo, deje se serlo.
En ocasiones, sin darme cuenta me aterro de la intrascendencia del ser humano, me aterra la facilidad de éste de llenar y de ser llenado minimizándote tanto que apenas existes, me asusta y me quita fuerzas la infundamentada y vencida necesidad de la misma trascendencia que con estas palabras se vuelve absurda, pero que taladra tu esencia que no sabes cual es, y te vuelve eso que no sabes que es.