Aquel hombre como una hoja que ya no pertenece al árbol, esta hoja como un hombre suspendido en el vaivén del viento, estos bolsillos llenos de aire y la maldita nula compañía de la fría helada soledad, los espejismos del temascal ardiente de la fantasía, la incomodidad de las apretadas cuerdas en sus extremidades y el cansancio por la indelicadeza de la maga. La inadvertida impotencia y la fugaz sensación de esclavitud que perturba tu estúpida e ineficaz razón. El control remoto y otra vez las malditas cuerdas que solo vez en tu pasado y en el egoísmo controlador de ella, de la maga en persona, del monstro carroñero; del hasta ahora y para siempre invencible enemigo que odias, el titiritero que te mira con maldad y que nunca exhausto, se encarga de que eso que llamas mundo, deje se serlo.
3 de febrero de 2010
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