2 de julio de 2010

Paréntesis

Que estas no sé cuántas palabras a continuación sean algo así como una carta anónima que es escrita unos minutos antes de morir escrita unos años antes (tantos como la incertidumbre lo permita). Que sean esos personajes que aún no sé quienes son esos eufemismos y mascaras y disfraces que contradictorios no son nada y que cada uno de mis pensamientos sea menos mío porque ya esta en el papel. Que esto, por favor, sirva para algo. (Peticiones sin destinatario)


Entonces pensé algo, que cada persona que veo, cada mirada que se cruza con la mía y cada una que no lo hace es una vida; cada vida llena de experiencias diferentes, de tristezas, de problemas, de miedos, de soluciones, de sueños y de angustias que todas juntas aleatoriamente de cruzan y entrelazan tejiendo la figura abstracta de la vida y de la historia que siendo vista desde arriba no entiendo y que desde adentro no percato. Cada una de ellas fue una perdida oportunidad de aprender algo y es una cámara subjetiva, relativa y personal. Pero si me inventara un omnisciente imaginario productor de televisión con esa infinidad de pantallas al frente y otras cuantas en tercer plano, todos nos convertiríamos en una grande cantidad desordenada de hormigas caminando-llorando-sintiendo-trabajando-soñando al mismo tiempo. Ahora todo es más simple y aburrido.
¿Ahora? Ahora – ¡si! ahora mismo-, en este preciso momento que es un poco subjetivo en el que él vive y en ese en el que usted lo hace (sí, usted) hay un hombre muriendo, un hombre causando esa muerte y hay alguien llorándola; un poco mas ajeno hay gente que no es llorada y paralelamente algunos teniendo sexo, algunos cuantos borrachos y muchos hambrientos. Hay hombres escribiendo, hombres leyendo y hombres que no saben ni leer ni escribir, hay miles de millones de cámaras y anhelos contradictorios, miles de sueños cumplidos y de lagrimas ya siendo derramadas. Justo ahora que solo lo dimensiono y metafóricamente me ubico en una vitrina ante esa multiplicidad de subjetividades, siento algo de vértigo y otra cosa que no se qué es. Parece que cada una de esas personas es su propio universo y esté es cada vez más subjetivo, este toma millones de formas y ejes y es él mismo siendo reproducido millones de veces al mismo tiempo; -más vértigo y más de la otra sensación sin nombre.
-en realidad nada empezaba- Algo me dispersa, me olvido de todo (como después de un sueño) y de repente siento un aparatoso aterrizaje justo en la misma silla caliente e incomoda donde estaba sentado, fuertes sonidos muy graves que se confundieron con los rieles y la aparición de cada una de las personas que se sentaban a mi alrededor, todo fue tan rápido, fueron dos o tres largos segundos; los dos hombres encorbatados hablando de algún tema de actualidad y los sonidos de los bajos que salían de los auriculares que aturdían al moreno en frente de mi, más personas, más miradas y el incomodo molesto movimiento de las piernas pegadas por la estrechez del personaje al lado mío; ah! Si, el tren, no pasa nada; no ha pasado nada y con monótona suerte no pasará nada en el resto del día que el cielo advierte -ya se va a acabar.
-Aquí debo bajarme-, me dijo al oído sin palabras algún sentido común basado en la rutina y la monótona mecánica de una viaje en subterráneo. Las puertas se abren, algunos se paran y abandonan la carrera (no era consiente de la presencia de la mayoría de ellos) y tras una malpintada línea de color amarillo mugriento espera otra cantidad de personas que saludarían mi vida y que seguramente (lo puedo apostar) la abandonarían sin merito alguno. Un seguido pito seco, frio y agudo, las puertas se cierran, los desengrasados rieles de las puertas, las sillas vacías y las que se llenan, el arranque fuerte y despreocupado de la máquina y la inercia que obliga a los hombres de pie a aferrase con fuerza a los tubos para no caer. - ¡mierda! no me bajé- yo lo sabía, fue una decisión seguir, el rutinario rumbo normal de mi vida me hubiera obligado a abandonar mi silla pero una infantil rebeldía me lleva, aún sabiéndolo, a hacer el recorrido a mi casa un poco mas largo. Me arrepiento, no lo hago ¿ahora qué sigue?
Todo se repite en orden aleatorio; un pito, personas, -el dólar subió-, piii, las puertas, el silencio de la línea amarilla y los pasos que se intensifican con el vacio del suelo del vehículo, -el presidente es un hijueputa-, -es que el país esta jodido-, el anuncio de la siguiente estación y vuelve y juega. Me trato de concentrar en mi mismo, ¡ah! Los mundos, las personas, las cámaras, las subjetividades, un poco de vértigo y totalmente impertinente el fugaz recuerdo de un viejo pensamiento con titulo: “la aparente lentitud de los segundos y la perseverancia de sus pasos”. ¿Como llegó esto aquí? Es acerca del tiempo, lento, largo y constante, es cada estación perdida que ahí esta pero que ya no conmigo, cada palabra lanzada a la selva del mundo real y cada difusa foto mental mal tomada por mis ojos. Aquí va otro pito que indica un cambio un poco radical en mi temporal vida del tren; muchos abandonan –debe ser un sitio importante-.
-La que sigue me bajo de esta mierda-, me digo a mi mismo dándome animo y tratando de convencerme, -m-e b-a-j-o d-e e-s-t-a m-i-e-r-d-a, me repito para imprimir fuerza a la intervención imperativa, -e-s-t-a m-i-e-r-d-a, ahora sin sentido pero con efectiva sonoridad convincente. Piii, La puerta, ya es de noche, la luna brilla grande con luz propia flotando en un negro lleno de estrellas y constelaciones y tímidas nubes y tonos de grises que se pierden en el horizonte; la pareja que se besa sin vergüenza y con delirio de intimidad, los análisis socio-políticos de mi incomodo pesimista vecino y su colega y una que otra despreocupada mirada que se cruza con la mía. El sonido de los rieles, el suelo que baila al mismo ritmo debajo de mis pies y un fugaz pensamiento de asombro y admiración a la noche. La misma puerta que ha solido abrirse lo hace sin ninguna variación y mis músculos se contraen y se relajan con el objetivo de la retirada; un ultimo vistazo en señal de despreocupada despedida y una estación como todas (diferente), cada uno de mis pasos en dirección a la salida cuidándome de no tocar las líneas de las ranuras de las baldosas con tanto cuidado que olvido lo demás, y el cambio repentino del diseño del suelo que me indica que ya no estoy adentro y que mi juego con las ranuras se acabó.
Hay mucho tráfico, los buses pasan grandes, llenos y bullosos, los taxis y los carros y sus gentes reproducen su compleja melodía mientras las personas y sus trajes y los mendigos con sus vasos llenos de escazas monedas como maracas hacen la segunda voz y arriba mágico, imponente el cielo baila. Algunas estrellas titilan al ritmo de los motores y las bocinas y la luna no tiene que hacer nada. Yo camino como pasivo interprete de la orquesta, dejándome llenar por la sinfonía, por los pitos, por las motos y por la miseria de esos hombres que con voz de tenores extienden su mano en busca de monedas de caridad; taxis y taxistas, almacenes, trabajadores, celadores y compradores y después todo el caos a la vez y con la misma frecuencia aturde mis oídos en homogénea mezcla con los mundos y las cámaras, intensificando tanto el vértigo que bloquea mis sentidos y derrumba en desorden el cumulo de sentimientos.

Solo sigo caminando, estoy hipnotizado, son solo mis ojos en frente de una enorme pantalla de cine y miles de pensamientos y sentimientos revueltos en un plato de espaguetis de colores, en frente de mis ojos se reproduce la compleja absurda calle y una sola fina y fría se desliza por mis pómulos haciéndome nostálgicas cosquillas y unos cuantos viejos sueños empolvados resucitaron, me reprocharon sus frustraciones y tejieron a puñaladas los escombros del terremoto interior de contradicciones. Entonces pensé que sería hora de dejar a mis caballos cabalgar en el tablero como alfiles, que la luna sería más una esperanza y un intérprete que un astro con luz propia y cada segundo más ganado que perdido, que todo está oscuro y seguramente ya es hora de ir a casa.
-¡Lo que yo soy es un güevón!- me digo a mi mismo en vos alta, nadie escuchó.

1 comentario:

  1. Y cuénteme, percibir su entorno con esta sensibilidad, qué le despierta?

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