20 de abril de 2012

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Para mí lo más difícil siempre fue empezar a escribir, yo empecé cuando nada siquiera empezaba y no tengo certeza de haber acabado. Yo estaba acostado en el piso, yo estaba cerrando los ojos y yo, desplomado y derrotado por mí mismo, mudo e inmóvil, me quejaba de aquel mundo mío, ruidoso y vacío. Yo lloraba sin una sola lágrima, yo quería al menos una, yo extrañaba el salado aroma que se desgarraba de mis entrañas con un poco de poesía melancólica, con trozos de mi alma y de mi vida.

Yo extrañaba mi alma, el escozor de mi piel y el temor al tiempo, al eterno caminante, al invencible y certero, al gladiador e inocente. Yo abrí los ojos y vi a mi perro – no entiendo cuándo y por qué putas tenía un perro- mirándome con su cara de perro, con sus ojos de perro y con todas esas cosas que no lo hacían más que un perro de mierda que lamía el rostro de un hombre vacío e insípido tendido a sus pies. Todos esos nudos que había en este pobre hombre se apretaban con cada lengüetazo, lo carcomían, lo martillaban y lo destruían cuando incluso parecía imposible y yo solamente no podía defenderme. Ese perro hijueputa me pisoteó, me apuñaló por dentro y estaba a punto de asesinar lo que quedaba de mí cuando traté de defenderme de su hocico baboso y su respirar acelerado, empuñé mi mano derecha con lo que sobraba de mis fuerzas en la vida; vi su cara, me sacó la lengua, vi sus ojos que brillaban confiados, infantiles, desprevenidos y felices y me sentí miserable, impotente y mentiroso. Me sentí como un humano empuñando mis manos de humano, llorando lágrimas de humano y odiando a un perro como un estúpido humano aborrece a un feliz perro que como un perro le saca la lengua. El temblor golpeaba las paredes de la habitación y el mundo afuera se desmoronaba, el suelo se abrió en grietas y todo se amontonó entre mi pecho y mi garganta haciéndome derramar una sola lágrima espesa y pesada que cosquilleó mis mejillas y mis miedos, que acarició mis pómulos y llegó a mis labios y me supo a algo azul. Sentí mi respiración, mis pensamientos y mis sueños hacer el amor conmigo. Afuera estaba lloviendo, afuera había una ciudad y adentro estaba yo de nuevo junto a mí.

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