21 de diciembre de 2010

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Y en algún momento un delirio de perfección (en sí) llegó al salón donde nos encontrábamos y todo, sin haberlo sido, dejó de ser perfecto. Pero es que minutos antes alguien dijo –silencio– y sólo con decirlo lo hizo trizas. Entonces me sentí ganador y moví un alfil y dije –jaque– y el reloj violentaba el silencio pedido ya en vano y el segundero atormentaba mi existencia y sintonizaba ese último invisible momento casi póstumo en el que no habría siquiera tiempo para remordimientos o golpes de pecho. Esos segundos me supieron a vinagre hasta que ubicó el segundo peón en posición de ataque contrarrestando mi jugada. Comérmelo sería un suicidio y un mal canje de vidas, odié los canjes de vidas y moví el caballo que quedaba con vida, –qué modesto–, –es que el caballo salta, eso me fascina–. Era su turno y el segundero cobraba vida intermitentemente y perturbaba mi temporal existencia entre casillas blancas y negras de arlequín triste. Y estaba cansado y decidí persistir; y mis peones no tenían vuelta atrás y firmes, me miraban con lealtad y el rey, cobarde, se escondía entre fichas.

Yo no estaba seguro si jugar tenía algún sentido, y mi reina no duraría para siempre. Quizás, como todos, su destino estaba grabado en su pecho en el mismo momento en que fue fabricada. -Es que este mundo sufre de catalepsia-, y cada movimiento y cada peón perdido y cada delirio de éxito en una partida sepultaban para siempre la cura y silenciaban las campanas que con dificultad esbozaban trazos de esperanza.

Me sorprendió ver cómo la noche se había tomado el campo de juego y la luna, con la ayuda de un viejo candelabro, iluminaba el matadero, la arena de guerra, el cementerio y la fosa común de caballos degollados y carne de cañón y cadáveres pisoteados por la continuidad del enfrentamiento. El tiempo había pasado y yo seguía jugando en vano. Me vi a mí mismo vencido desde antes de empezar y mi peón se movió en diagonal degollando el alfil enemigo y el aire de satisfacción fue tan corto como el segundo que me costó descubrir mi caballo indefenso por la ausencia del peón asesino de alfiles. Sentí propio el remordimiento en la cara del traidor y la angustia relinchante de mi caballo a punto de morir. Vi sus ojos concientizarse de su pronta finitud y el impotente rechazo a la muerte en sus ojos que el tiempo, despiadado, se encargaría de aniquilar. –Jaque mate– dijo el tiempo. Quisiera que su rostro dijera algo; fue lo último que vi.

19 de septiembre de 2010

TIMELESS WISHES

Me frustra la metaforización de cualquier ideal y la materialización de la mediocridad y la nostalgia, aborrezco el vacio que atraganta y la incapacidad de una lágrima; anhelaría ser un poco más romántico: algo como un rio, una playa, una silueta de corazón o el calor de una hoguera que nos caliente bajo las estrellas que no querremos entender, quisiera que el día cambie su rutina día-noche y que los pájaros no paren de cantar; quiero llorar justo en ese sitio donde rompen las olas y ver esa espuma convertirse en mis sueños hechos realidad, esos sueños a lo que no debo temerle. Quiero desenredar nudos y ser más libre, de equipaje más ligero y de menos ataduras. Quiero querer siempre lo mismo; quisiera ser solo uno y no una nociva variedad de contradicciones; solamente quiero salir de esta habitación que me hace sentir en una jaula y caminar hacia alguna dirección, que cada paso difumine un odio y que cada suspiro me devuelva eso que estoy dejando de ser.

24 de agosto de 2010

LAS COSAS QUE FUERON DE COLORES Y HOY DAGUERROTIPOS COLOR SEPIA, AHORA SON MENOS DE LO QUE FUERON.


-Tengo miedo-, le decía a mi compañero de término, pero no respondía; y tenía miedo de llegar a algún punto y ver como todo se iba a acabar, pero él no entendía. – ¡Tengo miedo! –, insistí, –sigue caminando pequeña, no seas necia que no tenemos tiempo –, –pero es que nunca tenemos tiempo–, –el tiempo no es de nadie–, respondió. Y seguíamos caminando por ese camino de piedras grandes y mis pies descalzos sangraban por las ampollas pero yo no debía sentir; y parecía no acabar, pero yo sabia que acabaría y tenía miedo; y el tiempo no era de nadie y entonces no era mío; quizás era libre y andaba en algún bosque cabalgando, tal vez era feroz y por eso era libre, ¿acaso era difícil de atrapar y habían personas tras él? ¿Y si era lindo? ¿Y si tenia colores y ojos penetrantes? ¿Y qué si se puede tocar? –yo quiero cazar al tiempo– dije, y él me tocó la cabeza y me mostró una sonrisa burlona, –el tiempo no es de nadie, ya te dije– pero yo caminaba y no estaba segura de los pasos que acababa de dar y de las gotas de sangre que había derramado un minuto atrás, y mi memoria se tornaba escéptica y como siempre borrosa, pero es que el tiempo no era de nadie y yo estaba confundida y asustada. Nunca entendí las reglas pero yo ya estaba jugando; yo no sabía lo que hacía y no tomaba ninguna rienda pero sostenía los dados entre mis dedos y los lanzaba, pero yo movía las fichas que siempre cambiaban de colores y yo las quería siempre azules. Pero yo seguía caminando y no estaba completamente segura si mis pies sangraban o si alguna vez lo hicieron, –como el tiempo no es de nadie–. Y el camino parecía largo pero yo no estaba cansada, además yo sabía que se acabaría, y en cambio después de cada pie, el otro levantaría una nueva descalza y corta zancada que esperaría a su compañera para superarla y así abriría camino a un nuevo paso que en un instante sería miembro de senderos sin dueño y cabalgaría libre, impreciso y dudoso cada vez que trato de recordarlo, como a todo en esta vida que al parecer no es de nadie.

2 de julio de 2010

Paréntesis

Que estas no sé cuántas palabras a continuación sean algo así como una carta anónima que es escrita unos minutos antes de morir escrita unos años antes (tantos como la incertidumbre lo permita). Que sean esos personajes que aún no sé quienes son esos eufemismos y mascaras y disfraces que contradictorios no son nada y que cada uno de mis pensamientos sea menos mío porque ya esta en el papel. Que esto, por favor, sirva para algo. (Peticiones sin destinatario)


Entonces pensé algo, que cada persona que veo, cada mirada que se cruza con la mía y cada una que no lo hace es una vida; cada vida llena de experiencias diferentes, de tristezas, de problemas, de miedos, de soluciones, de sueños y de angustias que todas juntas aleatoriamente de cruzan y entrelazan tejiendo la figura abstracta de la vida y de la historia que siendo vista desde arriba no entiendo y que desde adentro no percato. Cada una de ellas fue una perdida oportunidad de aprender algo y es una cámara subjetiva, relativa y personal. Pero si me inventara un omnisciente imaginario productor de televisión con esa infinidad de pantallas al frente y otras cuantas en tercer plano, todos nos convertiríamos en una grande cantidad desordenada de hormigas caminando-llorando-sintiendo-trabajando-soñando al mismo tiempo. Ahora todo es más simple y aburrido.
¿Ahora? Ahora – ¡si! ahora mismo-, en este preciso momento que es un poco subjetivo en el que él vive y en ese en el que usted lo hace (sí, usted) hay un hombre muriendo, un hombre causando esa muerte y hay alguien llorándola; un poco mas ajeno hay gente que no es llorada y paralelamente algunos teniendo sexo, algunos cuantos borrachos y muchos hambrientos. Hay hombres escribiendo, hombres leyendo y hombres que no saben ni leer ni escribir, hay miles de millones de cámaras y anhelos contradictorios, miles de sueños cumplidos y de lagrimas ya siendo derramadas. Justo ahora que solo lo dimensiono y metafóricamente me ubico en una vitrina ante esa multiplicidad de subjetividades, siento algo de vértigo y otra cosa que no se qué es. Parece que cada una de esas personas es su propio universo y esté es cada vez más subjetivo, este toma millones de formas y ejes y es él mismo siendo reproducido millones de veces al mismo tiempo; -más vértigo y más de la otra sensación sin nombre.
-en realidad nada empezaba- Algo me dispersa, me olvido de todo (como después de un sueño) y de repente siento un aparatoso aterrizaje justo en la misma silla caliente e incomoda donde estaba sentado, fuertes sonidos muy graves que se confundieron con los rieles y la aparición de cada una de las personas que se sentaban a mi alrededor, todo fue tan rápido, fueron dos o tres largos segundos; los dos hombres encorbatados hablando de algún tema de actualidad y los sonidos de los bajos que salían de los auriculares que aturdían al moreno en frente de mi, más personas, más miradas y el incomodo molesto movimiento de las piernas pegadas por la estrechez del personaje al lado mío; ah! Si, el tren, no pasa nada; no ha pasado nada y con monótona suerte no pasará nada en el resto del día que el cielo advierte -ya se va a acabar.
-Aquí debo bajarme-, me dijo al oído sin palabras algún sentido común basado en la rutina y la monótona mecánica de una viaje en subterráneo. Las puertas se abren, algunos se paran y abandonan la carrera (no era consiente de la presencia de la mayoría de ellos) y tras una malpintada línea de color amarillo mugriento espera otra cantidad de personas que saludarían mi vida y que seguramente (lo puedo apostar) la abandonarían sin merito alguno. Un seguido pito seco, frio y agudo, las puertas se cierran, los desengrasados rieles de las puertas, las sillas vacías y las que se llenan, el arranque fuerte y despreocupado de la máquina y la inercia que obliga a los hombres de pie a aferrase con fuerza a los tubos para no caer. - ¡mierda! no me bajé- yo lo sabía, fue una decisión seguir, el rutinario rumbo normal de mi vida me hubiera obligado a abandonar mi silla pero una infantil rebeldía me lleva, aún sabiéndolo, a hacer el recorrido a mi casa un poco mas largo. Me arrepiento, no lo hago ¿ahora qué sigue?
Todo se repite en orden aleatorio; un pito, personas, -el dólar subió-, piii, las puertas, el silencio de la línea amarilla y los pasos que se intensifican con el vacio del suelo del vehículo, -el presidente es un hijueputa-, -es que el país esta jodido-, el anuncio de la siguiente estación y vuelve y juega. Me trato de concentrar en mi mismo, ¡ah! Los mundos, las personas, las cámaras, las subjetividades, un poco de vértigo y totalmente impertinente el fugaz recuerdo de un viejo pensamiento con titulo: “la aparente lentitud de los segundos y la perseverancia de sus pasos”. ¿Como llegó esto aquí? Es acerca del tiempo, lento, largo y constante, es cada estación perdida que ahí esta pero que ya no conmigo, cada palabra lanzada a la selva del mundo real y cada difusa foto mental mal tomada por mis ojos. Aquí va otro pito que indica un cambio un poco radical en mi temporal vida del tren; muchos abandonan –debe ser un sitio importante-.
-La que sigue me bajo de esta mierda-, me digo a mi mismo dándome animo y tratando de convencerme, -m-e b-a-j-o d-e e-s-t-a m-i-e-r-d-a, me repito para imprimir fuerza a la intervención imperativa, -e-s-t-a m-i-e-r-d-a, ahora sin sentido pero con efectiva sonoridad convincente. Piii, La puerta, ya es de noche, la luna brilla grande con luz propia flotando en un negro lleno de estrellas y constelaciones y tímidas nubes y tonos de grises que se pierden en el horizonte; la pareja que se besa sin vergüenza y con delirio de intimidad, los análisis socio-políticos de mi incomodo pesimista vecino y su colega y una que otra despreocupada mirada que se cruza con la mía. El sonido de los rieles, el suelo que baila al mismo ritmo debajo de mis pies y un fugaz pensamiento de asombro y admiración a la noche. La misma puerta que ha solido abrirse lo hace sin ninguna variación y mis músculos se contraen y se relajan con el objetivo de la retirada; un ultimo vistazo en señal de despreocupada despedida y una estación como todas (diferente), cada uno de mis pasos en dirección a la salida cuidándome de no tocar las líneas de las ranuras de las baldosas con tanto cuidado que olvido lo demás, y el cambio repentino del diseño del suelo que me indica que ya no estoy adentro y que mi juego con las ranuras se acabó.
Hay mucho tráfico, los buses pasan grandes, llenos y bullosos, los taxis y los carros y sus gentes reproducen su compleja melodía mientras las personas y sus trajes y los mendigos con sus vasos llenos de escazas monedas como maracas hacen la segunda voz y arriba mágico, imponente el cielo baila. Algunas estrellas titilan al ritmo de los motores y las bocinas y la luna no tiene que hacer nada. Yo camino como pasivo interprete de la orquesta, dejándome llenar por la sinfonía, por los pitos, por las motos y por la miseria de esos hombres que con voz de tenores extienden su mano en busca de monedas de caridad; taxis y taxistas, almacenes, trabajadores, celadores y compradores y después todo el caos a la vez y con la misma frecuencia aturde mis oídos en homogénea mezcla con los mundos y las cámaras, intensificando tanto el vértigo que bloquea mis sentidos y derrumba en desorden el cumulo de sentimientos.

Solo sigo caminando, estoy hipnotizado, son solo mis ojos en frente de una enorme pantalla de cine y miles de pensamientos y sentimientos revueltos en un plato de espaguetis de colores, en frente de mis ojos se reproduce la compleja absurda calle y una sola fina y fría se desliza por mis pómulos haciéndome nostálgicas cosquillas y unos cuantos viejos sueños empolvados resucitaron, me reprocharon sus frustraciones y tejieron a puñaladas los escombros del terremoto interior de contradicciones. Entonces pensé que sería hora de dejar a mis caballos cabalgar en el tablero como alfiles, que la luna sería más una esperanza y un intérprete que un astro con luz propia y cada segundo más ganado que perdido, que todo está oscuro y seguramente ya es hora de ir a casa.
-¡Lo que yo soy es un güevón!- me digo a mi mismo en vos alta, nadie escuchó.

18 de abril de 2010

susurro

Si de verdad pudiéramos encontrar algún signo de armonía entre la enorme cantidad de subjetividades, entre la infinidad de egoísmos, de anhelos y de lágrimas, y las derramáramos todas en una sola laguna de color azul; todo seria un poco menos estúpido

LA ULTIMA PUNALADA AL VACIO DEL AMOR CON LOS OJOS VENDADOS QUE SE SIENTE PERDIDO (NO COMO UN NAUFRAGO, PERDIDO COMO UNA BALA PERDIDA)

El misterio tras el blancuzco desdibujado rostro de la mujer que en tu mente contemplas y la sensación de timidez que percatas, el lento imperceptible movimiento de su cabello y su voz que seduce tus ojos, el coqueto brillo de su cuerpo y de su vientre, el metafórico descenso y desaparición del amor carnal y su cara oculta por lúcidas sombras que te encandilan, la ternura que te roba una sonrisa, el viso de sus ojos y su boca que inocentemente imaginas, el orgasmo mas puro y menos sexual que nunca experimentaste justo en el vientre de tu corazón y el alegórico clímax que te devuelve a tu realidad. –Hola- te dice ella. Ella no existe, no le respondas.

19 de febrero de 2010

Eso que sientes.

Algo así como que me incomoda y me fastidia la injustificada necesidad de justificación de una simple sonrisa y la falta de simpleza de este mundo, me aterroriza la absurda complejidad de la vida y la evolucionada capacidad destructora del hombre, me altera la cada vez menos metafórica realidad caníbal del ser humano, me enfurece la ingratuidad de una mano extendida y un hombro leal y me aterroriza la aparente inmortalidad del egoísmo destructor, me aterra hacer parte de ese conjunto de humanidad tan mayúsculo que no hace nada y que en vano mucho piensa y siente, me causa vértigo la enorme brecha entre la teoría y la practica y me enfurece la voluntaria incapacidad de estrecharla y la consciente vulnerabilidad del deseo y de la intención que en este mundo, por tu culpa (mía) parece inconsciente. Algo así como que sin haberla tenido, extraño la decisión eficaz y efectiva del acto y anhelo hacer eso que lentamente tatúas en tu pecho. Algo así como ese sentimiento de satisfacción cuando hoy, mientras camino en la noche, por fin siento que dicto a mis pensamientos las palabras adecuadas para serte sincero a mi mismo, de la mejor manera me siento mejor, dejo de ser consciente de mis pasos y sigo siendo asertivo en el fugaz interior dictado de verdades que sin orden se acumulan dentro de ti. Algo así como que detestas la infinidad de subjetividades que aniquilan la mundana inexistente objetividad y consigo esa certeza que buscas, que bautizas verdad y que necesitas como cuota inicial y como convicción para creer en ese nublado y perfecto destino final. Algo así como esto que estas sintiendo, siento yo todas las noches.

3 de febrero de 2010

TITERE

Aquel hombre como una hoja que ya no pertenece al árbol, esta hoja como un hombre suspendido en el vaivén del viento, estos bolsillos llenos de aire y la maldita nula compañía de la fría helada soledad, los espejismos del temascal ardiente de la fantasía, la incomodidad de las apretadas cuerdas en sus extremidades y el cansancio por la indelicadeza de la maga. La inadvertida impotencia y la fugaz sensación de esclavitud que perturba tu estúpida e ineficaz razón. El control remoto y otra vez las malditas cuerdas que solo vez en tu pasado y en el egoísmo controlador de ella, de la maga en persona, del monstro carroñero; del hasta ahora y para siempre invencible enemigo que odias, el titiritero que te mira con maldad y que nunca exhausto, se encarga de que eso que llamas mundo, deje se serlo.
En ocasiones, sin darme cuenta me aterro de la intrascendencia del ser humano, me aterra la facilidad de éste de llenar y de ser llenado minimizándote tanto que apenas existes, me asusta y me quita fuerzas la infundamentada y vencida necesidad de la misma trascendencia que con estas palabras se vuelve absurda, pero que taladra tu esencia que no sabes cual es, y te vuelve eso que no sabes que es.

19 de enero de 2010

EL LENGUAJE NO PUEDE DARLE UN NOMBRE

Llega un punto especial, un punto diferente en una línea que se va volviendo insoportablemente recta, y empiezas a sentir con fuerza, no sabes donde por cuestiones del pobre lenguaje, la necesidad de ser mas claro, de no llenar mas el lago de piedras y el agua de olas, y de repente quieres dejar de vivir en tercera persona y desempañar el espejo al que ridículamente le sonríes, mierda no das mas, sientes la tensión de la inexistente cuerda justo entre tu boca y tu estomago, no te sientes tranquilo, no logras saciar tu sed, tu sed de sed, tu mountrosa necesidad de canalizar eso que sientes y que no tiene nombre, no, no lo hagas, no mas tercera persona, se tu mirando hacia el frente, es siempre eso que sientes lo que debes sentir; si, llora, derrama esas gotas saladas que se deslizan por tu cuerpo cargadas de angustias y dudas y de alegría, no exhausto, alimenta tu llanto con mas mentiras, si, sigue escribiéndote, sigue haciendo lo que siempre has hecho y sigue llorando sin siquiera darte cuenta, no seas ridículo, quiebra ese espejo, sigue buscando sentido en las palabras y no en los hechos, sigue escribiendo, sigue, créelo, sácalo, pero cuando te sientas vencido por el pequeño monstro azul y se te acabe el aire, has algo, solo hazlo y ve como se siente; eso, bautízalo como a tu hijo y se parte de el, se parte de tu estúpida y bohemia cruz tatuada en tu espalda, se ella, siéntate en el suelo y con una bandera blanca en la mano, no hagas nada.
No tienes que entender porque ese punto realmente no era tan especial, solo vuelve y juega.

Juan Pablo Ramirez Tobon.